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D. Quijote de la Mancha (28 de julio de 1904)

ARGUMENTO DE

D. QUIJOTE DE LA MANCHA

PRIMERA PARTE

Reverso del cartel del 28 de julio de 1904
Reverso del cartel del 28 de julio de 1904

CUADRO I: Don Quijote sale á defender á los opresores.

                Entusiasmado por la fiebre heroica que le infunde la lectura de sus libros de Caballería, Don Quijote descuelga su espada, su casco, su armadura y blandiendo su crusianela toma por padrinos las figuras de la tapicería que según él parecen moverse.

                El fracaso de sus desconcertados gastos, ha puesto en movimiento la casa, y el ama de llaves que lo acechaba se apresura á prevenir á sus amigos para tratar de clamar á nuestro héroe entusiasmado.

                Don Quijote llama á su fiel Sancho para acabar de equiparse; de este momento en que se encuentra, sólo se aprovecha para escaparse y compromete á su desgraciado servidor á fin de de que esta brusca decisión tenga el éxito que desea.

                La vieja ama entra apresurada seguida del cura, del barbero y de la nieta de Teresa Sancho, pero es ya tarde, pues el desorden de la pieza indica que nuestro hidalgo se ha escapado.

                Observando los libros que en desorden se encontraban, el barbero los retira de la biblioteca tan luego que sus compañeros los arrojan á la calle no sin que el cura se apodere de algunas obras que juzga propias para su uso.

CUADRO II: Aporreado, Apaleado y Colgado.

                Nuestros héroes en camino llegan por fin á una hostería. La entrada de nuestro héroe armado de cabo á rabo montado en su rocinante y seguido de su fiel Sancho, provocan las risas de todos los viajeros. El posadero que quiere divertirse á costa de nuestro hidalgo y queriendo también hacer pasar ratos agradables á su clientela, parece prestarse á todas las fantasías de Don Quijote, y así después de haberlo consagrado caballero, en ceremonial grotesco, deja á Don Quijote sólo en el patio donde arma pleitos con los arrieros que lo aporrean.

                Los sirvientes no queriendo quedar sin parte, se mezclan en la bronca. De lo alto de una ventana de la hostería le hacen miles de arrumacos. Don Quijote se apresura á corresponder á estas caravanas deseando estrechar su mano con las de aquellas damas, pero no encontrando manera más apropiada para acercarse á ellas, se trepa sobre la cabalgadura cuando inconsciente  su servidor Sancho, retira al rocinante dejando suspendido á su desgraciado amo que lanzaba furibundos gritos.

CUADRO III: El enemigo imaginario. Batalla contra los molinos de viento.

                Era el alba cuando Don Quijote y su escudero se alejaron de la hostería. La ruta que tomaron los conduce á un lugar donde se encuentran molinos de viento, que bajo la brisa agitan sus alas.

Nuestro Quijote persuadido, á pesar de los prudentes avisos de Sancho, que se encontraba en presencia de corpulentísimos gigantes les arremete, lanza en mano, queriendo despejar la tierra de esta raza malvada.

Arrancado, brutalmente de su montura por una de las aletas del molino, es lanzado el espacio, de donde cae hecho un martirio.

CUADRO IV: Los Galeotes agradecen á su libertador.

                Siguiendo su camino encuentran una docena de hombres á pie otorgados por una larga cadena de hierro y caminando con las manos atadas, escoltados por soldados armados.

A Don Quijote se le infunde la idea de socorrer á estos desgraciados, pues no pueden ver que estas gentes vayan así conducidos y contra su voluntad. Les pregunta el motivo, y descubre una iniquidad que á él pertenece desaparecer. Manda al comisario dejar libres estos prisioneros, y como se rehusara, Don Quijote se precipita contra el comisario, desata algunos galeotes quienes se ayudan entre sí.

Mas los galeotes habiendo rehusado el ir á prestar sus homenajes á Dulcinea en reconocimiento de su libertad reconquistada, Don Quijote se encoleriza y les dice que ellos merecen volver á cargar su cadena.

Poco surgidos los malvados, se arrojan sobre el hidalgo y después de haberlo aporreado y despojado de todo, lo abandonan en medio del camino. Con el alma traspasada al verse maltratado por aquellos á quienes había hecho un tan singular beneficio, comienza á dar lastimeros gritos.

CUADRO V: Donde Sancho pierde su asno.

                Sancho, dándose cuenta de la desgracia de su amo y teniendo por justas razones las persecuciones de la Santa Hermandad, decide el buen hombre obtener á tiempo las cuevas de la Sierra Morena estando próximo, y permanecer allí algunos días, en tanto que alcanzaran las provisiones que se habían escapado al despojo de los galeotes.

                Llegaron por fin de noche. Sancho está tan fatigado que se duerme sobre su asno. La fatalidad ha querido que los galeotes hubiesen pensado también ocultarse en estas montañas. Como los malvados son siempre ingratos, se proponen robar el asno de Sancho, preocupándose nada del Rosinante, pues les parece muy miserable. Al efecto, usan de un ardid que les permite robarse al animal sin que Sancho despertara de su profundo sueño.

                Don Quijote, por su parte, seducido por el aspecto del paisaje que los abriga y queriendo imitar á Amalio, uno de los héroes famosos de los libros que él había leído en alguna ocasión, decide hacer penitencia en honor de Dulcinea.

                Antes que Sancho hubiera impedido á Don Quijote, su amo, tira precipitadamente de sus calzones y apremiando á su servidor á que le ayudase á desvestir, queda con sólo la camisa y sin más, comienza á dar mil volteretas por lo que Sancho entiende que su amo no está con todos sus cinco sentidos.

CUADRO VI: La bohardilla de los encantos.

                Don Quijote después de su penitencia volvió á la posada. Mas como él pagaba más con extravagancias que con el mejor dinero, el posadero consintió en darle posada, como á caballero andante en una horrible bohardilla donde se encuentra abanafiladas jarras de rojo vino.

                Queriendo inquietar á la sirvienta, de que él toma por su Dulcinea, le revela su cariño y al fin con argumentos amorosos calman el ardor de nuestro enamorado caballero.

                Se retira difícilmente  á su lecho, y aún no acaba de acostarse, cuando arroja sordos gritos, pues él cree que los gigantes se apresuran hacia su turbado cerebro.

                El posadero, despertado por el ruido, corre hacia la bohardilla seguido de todos los huéspedes. Encuentra á Don Quijote en camisa, el casco encaramado, la cobertura de su cama enrollada sobre si brazo izquierdo, y con la mano derecha blandía una espada, con la cual esgrimía de estoque y de talle, como si realmente estuviese peleando contra enemigos gigantes. Tantos golpes de espada había  dado, que rompió todas las jarras de vino, que inundaba la bohardilla.

                Cuando el posadero se dio cuenta de lo que pasaba, se lanza furioso contra Don Quijote y le ha dado tantas puñaladas, que si el barbero y el curo no lo hubiesen quitado de las manos, seguro era que nuestro héroe hubiera muerto en el acto.

CUADRO VII: Las nupcias de Camacho.

                En una de tantas ocasiones, cuando nuestros dos héroes recorrían la selva en busca de una nueva aventura, llegaron á un sitio donde se preparaba un gran festín para celebrar las nupcias de Camacho, rico propietario de aquel lugar.

                Sancho, atraído por el olor de las provisiones y por la vista de las piezas de carne, liebres y pollos colgados de las ramas, no pudo calmar el deseo de sus ojos y de sus narices. Y sin pérdida de tiempo se dirige hacia las cocinas, solicita gustoso todo lo que ve y se le concede. Tan luego como ha llenado sus bolsas de toda clase de provisiones gracias á la bondad de las cocineras, se presenta Don Quijote saludando muy cortésmente á los esposos, quienes al ver su arrogante figura de hidalgo, le invitan á tomar parte en estos regocijos.

                Después que él tomó lugar en medio de los invitados, los grupos de aldeanas, con vestidos propios para la fiesta, se entregan al placer del baile.

                Gran pantomima.

                Sancho, que no goza en esta fiesta, se encuentra algo molesto, de tal modo, que la reunión para divertirse y castigar al intruso, se divierte haciéndolo brincar.

SEGUNDA PARTE

CUADRO VIII: La comedia exaspera á D. Quijote.

                De regreso á la posada, Don Quijote encuentra al posadero en mil apuros, y preguntando qué hay de extraordinario, contesta el posadero que el célebre Pedro el titiritero, de paso por la comarca, ha tenido á bien posar en su casa para dar en espectáculo la historia de Melisandro, descrita por el caballero Gaiferos.

                El teatro esta construido de modo que todo el mundo pueda ver. Don Quijote, que seguía con interés las dirigentes peripecias de la historia, se levanta instantáneamente, gritando con espantosa voz: “Yo no permitiré jamás que en mi presencia se haga burla de tan famoso caballero.” En diciendo esto desenvaina su espada, de un salto se precipita sobre el teatro, con tanta furia, que reduce todo á piezas.

                Los asistentes creen tener que habérselas con un loco. En estos momentos llegan á la hostería sus amigos prevenidos de  sus precedentes extravagantes, para conducirlo á su casa, buscan un cajón y después de haberlo encerrado, lo pasean fuera de la hostería, persuadiéndolo de que su mal genio es quién lo exige y lo reclama.

CUADRO IX: En las aguas del Ebro.

                Llegando á su casa Don Quijote, logra una vez más escaparse de la vigilancia de sus amigos, y vuelve á partir seguido siempre de Sancho. Después de haber andado dos días llegan al Ebro.

                La hermosura de sus riberas, la pureza de sus aguas y la tranquilidad de su curso, despierta en Don Quijote la idea de una nueva embarcación.

                Habiendo apercibido un pequeño barco atado á un tronco de árbol, nuestro hidalgo se imagina que la Providencia ha colocado este barquillo para que él vaya á socorrer á algún otro caballero que su encuentra en peligro.

                Después de haber atado á Rocinante y á Rucio, abandonados á la gracia de Dios, saltan al barquillo que se aleja poco á poco de la ribera.

                Descubren un gran molino construido á la mitad del río; y persuadido de que este es el Castillo fuerte donde debe estar encerrado el desgraciado que demanda socorro, D. Quijote ataca vigorosamente á pesar de los lamentos de su escudero.

                Esta locura no tuvo otra consecuencia que la de hacer zozobrar la barca y nuestros héroes tuvieron que patalear.

                Allí hubieran perecido si los molineros no hubieran sacádoles del peligro.

CUADRO X: El encanto de Dulcinea.

                El duque y la duquesa, cuyos nombres se ignoran, habiendo sabido las locuras del hidalgo, resolvieron reírse á sus costas.

                Con este motivo organizaron una caza á la que fueron invitados Don Quijote y su escudero. Al llegar al lugar de la cita, Don Quijote, que no tiene la costumbre de apearse solo, quiere violentamente hacer presentes sus respetos á la duquesa, pero al querer descender es retenido por un estribo y cae sin que Sancho hubiera tenido tiempo de socorrer á su amo.

                El duque y la duquesa trataban de demostrar á su huésped el encantamiento de Dulcinea. Al ruido infernal de trompetas, de tambores y cañones, se ve inmediatamente desembocar de una roca un carro coronado por un elevado trono, y que lleva arriba un anciano venerable.

                Atrás de este aparece conducido por demonios en ridículas figuras un palanquín sobre el cual está sentada una ninfa cubierta de gasa transparente que permite dejarse ver un rostro encantador de una doncella, rodeada de otras ninfas, sus hermanas, que agitan los velos en graciosas figuras. El ruido ha cesado para dar lugar á una música dulce que encanta á Sancho y al caballero deja boquiabierto.

                Satisfechos de haber logrado su objeto, el duque y la duquesa volvieron al castillo deseosos de obtener otras chuscadas de las cuales el caballero y su escudero fueran objeto.

CUADRO XI: Ensayos de caballería.

                Al día siguiente el duque y la duquesa prepararon una aventura aun más divertida que la anterior. Después del almuerzo, cuando todos los asistentes estaban reunidos en los jardines. Las damas de honor hacen sentar á Don Quijote y le embadurnan la cara de jabón, so pretexto, según el uso, de hacerle la barba, al mismo tiempo que los marmitones frotan el rostro de Sancho con hollín, sufriendo la misma formalidad que su amo.

                Una dama de las presentes hace una proposición á Don Quijote el cual la acepta, se le persuade también á montar sobre el famoso caballo de madera que sirvió á Pedro de Provenza para robarse á Magdalena. Este caballo vuela á través de los aires con una gran rapidez, á condición de que sea montado por dos personas: un caballero y su escudero. Sancho rehúsa, pero el duque queriendo llevar el asunto á lo serio; acaba por convencerlo, prometiéndole el gobierno de una isla muy  importante.

                Luego que nuestros grandes héroes, con los ojos vendados, estuvieron sobre el caballo, vino un sirviente y con un fuelle hacía el viento bajo las narices de D. Quijote y Sancho, en tanto que otros pasaban estufas alrededor de sus rostros, para hacer la ilusión de que atravesaban por capas atmosféricas con alternativas de frío y calor. En fin, para dar un digno desenlace á esta aventura tan bien llevada, se prende fuego al caballo que estaba cargando de artificios. Salta en el aire con un ruido espantoso y arroja sobre la yerba á D. Quijote y Sancho que ya agonizaban.

CUADRO XII: Sancho Gobernador de la Isla Barataria.

                Para dar pávulo á los chistes de que habían gozado el duque y la duquesa, esa misma tarde enviaron á Sancho, acompañado de un gran cortejo; á una villa que para él debía ser la Isla Barataria. Y para mejor hacer creer á Sancho de esta ilusión, se le condujo sobre una góndola ricamente adornada. Cuando llegó á su reinado, el cuerpo municipal salió á recibirlo. Repican las campanas, y en medio de la alegría general se le instala como el perpetuo gobernador de la Isla Barataria. Se le sirve en seguida una opípara comida. Sancho preside la mesa. A su lado se acerca un personaje el cual reconoce como médico, teniendo en su mano una varita.

                A medida que el sirviente de mesa trae consigo los platos, el médico los toca con la varita y un paje los levanta antes que Sancho se moleste.

                El médico con extraño rostro declara que el encargado de vigilar la salud del gobernador, no ha de permitirle jamás comer de aquello que pudiera serle dañoso. Sancho se encoleriza y se aprestaba á contrarrestar á este personaje, cuando una llamada de trompetas anuncia la llegada de un correo.

                “¡A las armas! ¡A las armas! Señor Gobernador, una multitud de enemigos ha penetrado en la isla y somos perdidos si vuestro valor no nos presta socorro.” Inmediatamente se traen dos grandes escudos que se colocan uno adelante y otro atrás atándoselos con cuerdas fuertes. Se suplica pasar y marchar por delante para animar y obligar á sus soldados. El pobre Gobernador trata de marchar pero se lo impiden los escudos y no acierta más que á caer.

                Los unos empujando y otros cayendo sobre él, hasta que se encuentra uno compasivo que lo monta sobre su espalda, y así gobierna nuestro Gobernador desde esa altura.

CUADRO XIII: El Torneo.

                El duque y la duquesa decidieron organizar un torneo donde el caballero Quijote sería aún víctima de sus mortificaciones, ayudados en esto de un amigo del hidalgo, el Lic. Carrasco, quien bajo el nombre del caballero de la Blanca Luna vendría á provocar á Don Quijote á fin de auxiliarlo en todo por sus aventuras bruscas. El éxito de este torneo tiene por objeto la reivindicación del título de caballero defensor del oprimido que pertenecería solamente al vencedor.

                Después del ceremonial de costumbre, los dos adversarios aparecen, pero sin que alguna trompeta no haya dado alguna señal de ataque, el adversario de Don Quijote arremete y con tanta violencia lo hiere que lo hace rodar por tierra.

CUADRO XIV: La muerte del héroe.

                Sancho avergonzado levanta á su amo.

                El desgraciado caballero decepcionado, bajo el golpe de la impresión penosa y reciente que le ha dejado su derrota del torneo, ha abandonado toda veleidad caballeresca. En vano ha sido que sus amigos le prenden su espada ó sus libros. Don Quijote los rehúsa, dulcemente él reconoce su necedad y peligro á donde lo ha arrojado la lectura de sus libros, en otro tiempo favoritos. El acepta hoy solamente los buenos oficios del cura que le coloca un crucifijo sobre el pecho y que el hidalgo agraza con efusión.

                Después de haber pedido perdón á Sancho por haberlo comprometido en la serie de locuras, él muere en el momento precioso en que él había recobrado enteramente la razón.