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El Portas, una antigua enciclopedia del cine mexicano

Este artículo fue publicado por Raúl Miranda López en http://www.correcamara.com.mx/ . Agradezco la autorización para reproducirlo.

1955, el año que James Dean se mata al volante de su automóvil, y el mismo año que Rogelio A. González repite su buena fórmula de la mano del guionista Luis Alcoriza, con su película El inocente, se publicaba la Enciclopedia cinematográfica mexicana 1897-1955. A sus autores, Rafael Portas y Ricardo Rangel, les llevará tres años elaborarla. Editada bajo los auspicios de las seis secciones del Sindicato de Trabajadores de la Producción Cinematográfica, se convertía en la primera obra en donde se registran los datos de directores, actores y  técnicos (con sus respectivas fotografías  de ovalito), títulos de películas con sus fichas técnicas y artísticas y fechas de inicio de rodaje del cine mexicano desde 1930 a 1954.  

Rafael Portas. Imagen tomada de Cinevoz, No. 61, 9 de octubre de 1949. P. 1

Las primeras páginas eran una semblanza de “Jorge Negrete, su vida y su obra”. El recientemente fallecido (5 de diciembre de 1953), Negrete, líder sindical del STPC, secretario general de la sección de actores, es presentado haciendo énfasis en sus logros gremiales: construcción de un edificio sindical y de una clínica, pero también se mencionan sus éxitos como actor. Sobre todo a partir de la cinta ¡Ay,  Jalisco, no te rajes! (1941), en la que se ganó el epíteto de “Charro cantor”, confirmándose esta cualidad en sus películas posteriores Me he de comer esa tuna (1944) y Tierra de pasiones (1942).    

La enciclopedia continuaba con un ensayo de otro sindicalista, José Revueltas, titulado Lugar del cine en el arte”. Revueltas escribía, “… de la gramática del montaje, dará como fruto o una película, o un cuadro, o un poema, o una sinfonía, o una novela…”. Recurría a referencias sobre Sergei Eisenstein, San Agustín, Francisco de Quevedo, Heráclito, Reiner María Rilke, Antonio Machado, Efraín Huerta, doctor Atl, Manuel Álvarez Bravo, James Joyce, y a muchos otros para plantear reflexiones que querían ser teóricas. Sin menoscabo de sus resultados en el campo de la teoría, lo cierto es que, a pesar del martirologio que padecía con los productores y sus “argumentos”, el escritor Revueltas tuvo una fuerte presencia en el ámbito de la construcción de guiones del cine de la época de oro, con películas como: La otra (1946), La diosa arrodillada (1947), La casa chica (1949), Rosaura Castro (1950), En la palma de tu mano (1950), La noche avanza (1951), El rebozo de soledad (1952), Las tres perfectas casadas (1952), Sombra verde (1954) y La escondida (1955). 

Algunos de los aportes más significativos de la enciclopedia (sumados a los señalados), son sus secciones sobre aspectos legislativos; curiosidades valiosas, como el “Mensaje de su Santidad el Papa Pío XII a la industria del cine”, sus aspectos económicos; su reproducción de estatutos y reglamentos de organismos e instituciones de cine como los del Sindicato de Trabajadores de la Industria Cinematográfica (STIC) y del Sindicato de Trabajadores de la Producción Cinematográfica (STPC); sus informes acerca de los estudios y laboratorios; de distribuidoras, de salas de cine en todo el país, apartados de periodistas  y publicaciones de cine existentes. Pero sin duda uno de los contenidos más valiosos lo es el “Bosquejo histórico y gráfico de nuestra producción cinematográfica durante la era muda”, elaborado por el crítico de cine, José M. Sánchez García, quien poseía para ese entonces el archivo documental cinematográfico más completo del cine mexicano.  

Este bosquejo, escrito por el periodista de El Universal, Mañana y Cinema Reporter,  era muestra inaugural de la necesidad de registrar por escrito un panorama acucioso del cine mexicano en su etapa silente. Sánchez García, muchos años antes de los portentosos estudios de Aurelio de los Reyes et al., va a desgranar la nomenclatura de las personalidades de la época y sus aportes como pioneros: Salvador Toscano, Julio Lamadrid, hermanos Alva, Jorge Stahl, Ezequiel Carrasco, Germán Camus, Mimí Derba, Enrique Rosas, Carlos Noriega Hope, Luis Lezama, Miguel Contreras Torres, Manuel Ojeda, Gabriel García Moreno, Guillermo Calles, Ernesto Vollrath, Gustavo Sáenz de Sicilia y Elena Sánchez Valenzuela, entre muchos otros. Por supuesto, Sánchez García no deja de mencionar las famosas películas mexicanas Tabaré, Alas abiertas, La llaga, El automóvil gris, Los Plateados, De raza azteca y Conspiración

Uno de los autores de la enciclopedia, Rafael Portas, conocido como Papá Portas, era un director de cine y sindicalista cinematográfico muy apreciado por sus colegas y camaradas. Conocida simplemente como el Portas, la Enciclopedia Cinematográfica Mexicana 1897-1955 es una fuente bibliográfica fundamental para entender, a partir de estas primeras doxografías, cómo se construyó el inicio de la historiografía del cine mexicano.

La Enciclopedia Cinematográfica Mexicana 1897-1955 se encuentra a disposición de los interesados en el Centro de Documentación de la Cineteca Nacional.

La letra con cine entra: Luz Alba o Cube Bonifant

Agradezco la autorización de Hugo Lara, director de Corre Cámara Cine para compartir este artículo publicado originalmente por Raúl Miranda López en: http://www.correcamara.com.mx/index.php?mod=locaciones_detalle&id=2131

Quizá Cube Bonifant (1904-1993) se dio cuenta que el espectáculo de una mujer escritora, cronista, era una vulgaridad imperdonable en el periodismo mexicano. Quizá Dolores del Río, María Félix, Gabriel Figueroa, Emilio Fernández,  poderosos en el medio cultural en los años cuarenta, impidieron la continuidad, en los años cincuenta, de las críticas “crueles” de Luz Alba. 

Quizá el hastío que le provocó el cine mexicano de la mitad del siglo XX, le impulsó a desaparecer de la escritura hebdomadaria en el Ilustrado, en Todo y en otras publicaciones periódicas. Quizá lo abandonó todo – ¿la escritura lo es todo?- porque supo que escribir satíricamente lleva a la soledad. Escribir sin “patrioterismo” y sin las concesiones del “amiguismo”, tal como nos explica Viviane Mahieux en el libro de recopilación “Una pequeña marquesa de Sade. Crónicas selectas (1921-1948)”, motivó a Luz Alba = Cube Bonifant (había otra Luz Alba en el periodismo mexicano), la hacedora de cultura reflexiva, que no era parte de los famosos protagonistas de la cultura reconocida por el Estado, a retirarse para siempre de la crónica periodística, a partir de la década de los cincuenta, la segunda mitad de su vida.  

Transcribo aquí su “antidiplomática” reseña de la extraordinaria película, La mujer del puerto  (Arcady Boytler, 1933), y una muestra de sus regocijantes crónicas (“para mujeres”) Notas de una casada.

LA MUJER DEL PUERTO 

Por Luz Alba

Es la primera película nacional que verdaderamente merece el calificativo de excelente, o por lo menos puede aplicársele a una parte de ella.  

Mejor dicho, sólo tiene verdaderas cualidades artísticas como etapa del film.  

Los primeros rollos, que vienen a ser las medias suelas que trataron de ponerle al cuento de Maupassant, son algo tan falso y afectado como todo lo que sale de los cerebros cinematográficos nacionales.  

Ni se logra hacer ambiente, ni pintar caracteres, ni ahondar en problemas, ni nada. Salvo, claro está, echar a perder celuloide, que es, hasta la fecha, lo mejor que han hecho nuestros cineastas.  

El principio del film es sencillamente malo. Se trata de una cátedra de besos que desgraciadamente los cinematófilos no podrán aprovechar, porque tienen mejor escuela en el cine norteamericano. Las escenas subsiguientes son totalmente inútiles y vulgares; de ellas sí se destacan la fotografía y la actriz.  

La muerte del padre, el carnaval, el entierro resultan tan postizos como las tragedias cómicas que realiza Chano Urueta.  

Cuando verdaderamente comienza la cinta es donde principia el relato de Maupassant.

Andrea Palma en La mujer del puerto

 ¿Por qué no hicieron toda la película exclusivamente sobre el material del cuento? ¿Por ventura les pareció poco?  

¡Ah! Es que nuestros genios cinematográficos deben de haber opinado que de un pequeño de seis o siete hojas no puede hacerse una cinta. Además se sintieron con el talento suficiente para remendar al mejor cuentista francés, y por eso le agregaron una parte completamente estúpida y aun modificaron el propio cuento, sobre todo en el final, de una delicadeza inaccesible, sin duda, para el adaptador.  

¿Por qué ese afán incomprensible de corregir, sin talento, lo que está escrito con talento? ¿No es ya demasiada tragedia lo que ocurre entre Francisca Duclos y su hermano Celestino -en la cinta Rosario y Alberto Venegas- sino que todavía hay que arrimarle otra?  

La labor de Boytler (¿o será del codirector Sevilla?) es nula en la parte agregada al cuento. Su trabajo no está más arriba que el de los demás directores, que se caracteriza siempre por su falta de vigor. Pero en cuanto comienza la narración del puerto, Boytler es otro. Tres, cuatro escenas bastan para darse cuenta de que se trata de un director y no de un ensayista. El misterio de semejante cambio, que puede explicarse quizá por el hecho de que primero no tenía asunto en que apoyarse y después sí, es cosa que no nos interesa profundizar.  

Sus dotes de director están por encima de toda duda. Se ve que conoce el uso y el valor de cada uno de los elementos que integran la impresión de una cinta. En la mayoría de las escenas (nos referimos exclusivamente a la segunda etapa del film, única digna de tomarse en consideración) se adivina la presencia de un sujeto que sabe convertir en realidad lo que es ficción (en eso consiste el arte cinematográfico) y valorizar las cualidades de la obra. Su reproducción del ambiente que pinta Maupassant está llena de vigor. Puede decirse que toda esa parte constituye los primeros síntomas de vida que da el cine nacional. ¡Y naturalmente tenía que ser un extranjero el que viniera a enseñar a los nacionales cómo se hacen películas! Magnífica lección para los que a todo trance pretenden sostener un patrioterismo cinematográfico, frecuentemente basado en la estupidez y la ignorancia.  

Vale artísticamente mucho más que la Vélez y la Dolores del Río, que valen poco, infinitamente más que las actrices del cine nacional. ¿Para qué imitar a nadie? Tiene figura interesante, es expresiva, de ademán fácil, habla bien. En una sola película se ha puesto en el primer lugar de las actrices. ¿A qué pretender, entonces, parecerse a Marlene dentro y fuera del cine?  

Todos los actores que trabajan en las escenas hechas en Veracruz están manejados por Boytler en forma poco acostumbrada en el cine nacional. En fin, que esa parte de la cinta a que venimos refiriéndonos es lo primero decente que se hace en el país (al Departamento de Diversiones también le pareció decente el espectáculo y no prohibió que lo vieran juntos hombres y mujeres, quizá porque son los temas y exposiciones poco escabrosos los que le parecían inmorales) desde el punto de vista literario y técnico.  

NOTAS DE UNA CASADA III

Por Cube Bonifant

Mi marido es un hombre muy raro. ¡Cada vez lo entiendo menos! ¿Qué chiste, por ejemplo, encuentra en leer tanto? ¿No le duele la cabeza? ¿No le hace mal a los ojos?  

Yo no leo más que los periódicos y de ninguna manera las informaciones políticas o los editoriales. ¡Qué va! Lo único que me interesa de ellos son las notas de sociedad y los relatos de crímenes, pero nada más. En cuanto a los libros, no me gustan. Me parece que leer mucho es perder el tiempo; por lo mismo lo único que hago es arreglarlos para que estén ordenados.  

Sin embargo, mi marido no cree esto. Piensa lo contrario. Dice que se los revuelvo. Que como no sé distinguir los nombres de los autores, pongo unos libros en donde hay otros, escritos por diferente autor. Y apenas se puede creer que le molesta semejante simpleza. Me dice que mejor no le toque los libros; que es preferible que me guarde el orden para mis cosas y ¡qué sé cuántas cosas más! Luego los saca con gran estrépito y los coloca a su gusto.  

-A pesar de lo amante que eres del orden –asegura-, jamás entendería por qué metes aquí el desorden.  

Y, en efecto, no lo comprendo. ¿En qué consiste ¿No son todos los libros iguales? Si tuvieran el forro de distinto color, vamos, procuraría formar grupos con los de cada color. Pero si todos son verdes, ¿en qué puedo alterar el orden?  

Por otra parte, no creo que sea siquiera un leve pecado meter un libro entre otros, escrito por diferente individuo, por más que ayer me ocurrió algo que voy a contar. Una amiga me prestó un libro, creo que escrito por Sherlock Holmes, y para no dejarlo en cualquier sitio,  lo puse entre los de Pedro.  

Dios mío, cuán furioso se puso! En cuanto lo vio, lo quitó de allí, diciéndome: -¿Cuándo serás una persona comprensiva?  

Claro que yo también me puse enojada y hablé. ¿Qué si hablé! Me parece que me excedí. Ya estaba calmado, escribiendo una carta y yo hablaba todavía. Por fin me aburrí y me salí.  

Ahora que estoy frente a mi cuaderno de notas y recuerdo lo ocurrido,  me pregunto: -¿Qué haría Pedro si yo tuviera mal carácter?  

Porque justo es decir que aunque me disgusto muy seguido, tengo buen carácter.

El mundo de las sombras: El cine por dentro y por fuera de Carlos Noriega Hope

Agradezco a Hugo Lara, director de Corre Cámare Cine la autorización para reproducir la siguiente reseña bibliográfica publicado por Raúl Miranda López en: http://www.correcamara.com.mx/index.php?mod=locaciones_detalle&id=2310

El mismo año en que Douglas Fairbanks, David W. Griffith, Mary Pickford y Charlie Chaplin creaban la United Artists Corporation, 1919, el periodista mexicano Carlos Noriega Hope era enviado por el diario El Universal a la “capital del cine”, Los Ángeles. Su objetivo: realizar una serie de reportajes sobre la meca de la producción cinematográfica; su estancia de diciembre de 1919 a marzo de 1920 le permitirá escribir una serie de veloces artículos periodísticos. A finales de 1920, la suma de sus escritos angelinos se convertirá en el primer libro mexicano de cine; su título: El mundo de las sombras: El cine por dentro y por fuera.

Año clave, 1919: Enrique Rosas produce El automóvil gris, dirigida por Joaquín Coss y Juan Canals de Holms, la película mexicana más famosa e importante de la época. Sin embargo, el libro del escritor y dramaturgo Noriega Hope no dedicará un solo párrafo al cine mexicano (y no porque Noriega Hope no escribiera sobre cine mexicano, de hecho lo hacía frecuentemente, y había escrito en su momento sobre El automóvil gris). Pero en cambio, El mundo de las sombras: El cine por dentro y por fuera se convertirá en un singular documento acerca de las entrañas del naciente Hollywood  y de la famosa ciudad californiana:

… la contemplación de los enormes edificios, de las grandes casa de comercio, de los parques, jardines y teatros. Las mujeres con gran escote, las faldas cortas, sus bocas mastican chicle perfumado, así sus cerebros,  por las calles y avenidas, van también idealmente masticando chicle… Pero no importa: Los Ángeles tiene las mujeres más hermosas de la Unión,  y ellas lo saben perfectamente…

A vuela pluma, o mejor dicho a teclazo de máquina de escribir, Noriega Hope describe inspiradamente su encuentro con Mabel Normand, la bella actriz cómica, la más famosa “bañista” del director Mack Sennett. Conducido por Manuel R. Ojeda (futuro director del cine mexicano), que en ese entonces se encontraba bien asentado en el mundo de los studios, Noriega Hope narra cómo la ciudad se encuentra poblada por diez mil señoritas “extras” que por cinco dólares diarios hacen “atmósfera”, aunque tengan que esperar para ello horas, días y semanas. Estas mismas chicas bonitas, las it y las flapper, obtendrían otros cinco dólares al asistir a las fiestas-orgías de los creadores del “Irreal Universo de la Ilusión”, pero esto último no lo cuenta Noriega Hope sino Kenneth Anger años después en el libro Hollywood Babilonia.

 En su libro-reportaje Noriega Hope discute acerca de “la superioridad del cinematógrafo sobre el teatro”, si Chaplin es en verdad un artista, o acerca de su encuentro con el actor  Antonio Moreno y su nacionalidad. Pero también, antes del invento del sonido fílmico y una vez derrotadas las cinematografías francesas e italianas, si el modelo del estilo cosmopolita del cine estadounidense se impondría en todo el mundo. La vida, de día y de noche, de los realistas sets de cartón y papier maché de los estudios Thomas Ince y Goldwyn son también descritos, ¿con ligereza?, por Noriega Hope para ser contadas a los lectores de El Universal. Pero esa aparente trivialidad de escritura periodística, convierte a El mundo de las sombras en un auténtico testimonio de época:

… los actores cinematográficos están expuestos, más que ningún mortal en los tiempos presentes, a perder la vista. En las calles de Los Angeles se ven a menudo transeúntes con densos anteojos negros y solamente esta circunstancia basta para no equivocarse acerca de la profesión. A veces, para el extraño, causa lástima ver una hermosa carita sonrosada con dos enormes anteojos  que diluyen toda la gracia del rostro. Pero es que las luces de mercurio son de una potencia terrible.

 Gracias a sus reportajes sobre la “fábrica de sueños”, entre otros factores, Noriega Hope, futuro adaptador y coproductor de Santa, (Antonio Moreno, 1931), sería nombrado director de El Universal Ilustrado, en el que publicarían Manuel Maples Arce, Cube Bonifant y Porfirio Hernández. ¡Ah!, pero se nos olvidaba, era Silvestre Bonnard quien firmaba los célebres artículos de la columna La Capital del Cine.

 El mundo de las sombras fue editado por Andrés Botas e hijo, una editorial cuyas portadas de sus libros eran ilustradas por las vanguardias plásticas de la época: cubistas, futuristas, art decó, expresionistas, todas ellas adaptadas al diseño tipográfico nacional; y en la que publicaron personalidades de la talla de Mariano Azuela, Federico Gamboa, Julio Jiménez Rueda y José Vasconcelos.

 El libro mexicano de cine más antiguo: El mundo de las sombras: El cine por dentro y por fuera de Carlos Noriega Hope se encuentra a disposición de los interesados en el Centro de Documentación de la Cineteca Nacional.