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El cine mudo en Querétaro, 1897-1921. Las tandas del Iturbide

Hurgando hace unas semanas en librerías de viejo en Toluca, tuve la fortuna de encontrar un par de números de Intolerencia, revista de cine que a fines de la década de los 80 e inicio de los 90 dirigió Gustavo García junto con un equipo integrado por José Felipe Coria, Federico Dávalos Orozco, David R. Maciel, José María Espinasa y José Antonio Rodríguez entre otros.

En el número 07  de la nueva época correspondiente a noviembre-diciembre de 1990 se publicó un ensayo de José Antonio Rodríguez sobre el cine mudo en Querétaro. Por la temática que este blog contempla lo reproduzco, amén que de la revista, supongo, pocos la recuerdan. A continuación transcribo el breve escrito que aparece en las páginas 4 a 14:

El cine mudo en Querétaro, 1897-1921. Las tandas del Iturbide

José Antonio Rodríguez

El cine llegó al teatro Iturbide a mediados de marzo de 1897. El vitascopio de Edison se presentó como un espectáculo aislado y para muchos fue indiferente. Una brevísima nota del periódico oficial La Sombra de Arteaga instaba a los habitantes de la ciudad a acudir en tanto “merecía la concurrencia del público”, ya que exhibía “cosas verdaderamente notables” (1); pero nada más. Una empresa, de la cual no se conoce el nombre, exhibió por primera vez el cinematógrafo en Querétaro siete meses después de que se presentara en la Ciudad de México (el viernes 14 de agosto de 1896) y no hubo gran revuelo.

Qué era y representaba el cine se supo desde antes. La noticia de los trabajos de Edison en el vitascopio se conocieron en Querétaro en abril de 1896: “Esta es una mejora del kinetoscopio y por medio de luces y poderosas lentes, se lanza sobre una superficie las figuras de tamaño natural, de personas y animales, señalando sus mejores acciones y movimientos”.

“Las fotografías de una bailarina, tomadas mientras bailaba, se arrollaron a un cilindro, y apareció aquella en pantalla en cuanto funcionó el aparato, con todo vigor y naturalidad como si se hallara en un escenario. Las fotografías originales desarrolladas en el cilindro son del tamaño del sello de correos y se agrandan unas seiscientas veces”. (2) Después tendría que pasar un largo año y medio, hasta octubre de 1898, para que una empresa de cinematógrafo se detuviera en la ciudad, pero con la misma suerte que la primera. Las crónicas no son nada halagüeñas y hablan de “éxito mediano” y de las “pocas entradas en el cinematógrafo Lumière”. (3) Será hasta 1900 en que las pequeñas empresas itinerantes de cinematógrafo verán en Querétaro una plaza viable para sus exhibiciones. Pero ¿qué provocó, en los primeros años, tal indiferencia hacia el cine?

Es en el mes de agosto y hasta casi finalizar 1896 cuando la ciudad sufre una epidemia de viruela que provoca una gran mortalidad entre la población infantil. Así, tanto en la aduana interior de Querétaro como en la estación del Ferrocarril Central Mexicano, se advertía a los viajeros del mal que asolaba a la capital del estado. En esos meses son tantas las muertes que el gobierno de Francisco González de Cosío tiene que proveer de ataúdes a las familias de escasos recursos; principalmente a los hijos de policías y guarda-cuarteles. (4)

Teatro Iturbide (indicado con flecha). Fotografía tomada del Directorio General de Querétaro (1903)

Este hecho fue de los principales que hizo que en los primeros meses del cine en México, éste pasara de largo en el estado. El otro fue la gran tradición teatral de la ciudad durante toda la segunda mitad del siglo XIX. Exclusivo para las familias adineradas, y diversión muy ocasional de las clases medias, el teatro fue el espectáculo más protegido por su calidad de “arte culto”, y respetado como una tradición exquisita a la que “todo buen ciudadano debería congraciarse”. (5)

Pero mejores aires llegarían para el cine. Aún se escuchaban en la trivia cotidiana, en los primeros meses del nuevo siglo, las leyendas de Chucho el Roto, el bandido generoso atrapado por el jefe de policía Rómulo Alonso en las calles de Querétaro; y la de Leonarda Martínez, La Carambada, jefa de forajidos que sembraba el terror en los caminos y haciendas del estado “cabalgando como hombre, manejando la pistola, el machete y aún la reata mejor que nadie”, (6) cuando el cinematógrafo empezó a afincarse en Querétaro.

Para el 27 de septiembre de 1900, llegó al teatro Iturbide la empresa de los señores A. Delamare y Halphan; ellos obtuvieron el primer éxito sonado del cine en la ciudad. En el anuncio de su presentación se decía que sus espectáculos “amenizados con pasatiempos fonográficos”, se encontraban “montados con exquisito gusto y perfección, [y] constituyen un recreo culto y ameno, mediante el cual se exhiben con propiedad cuadros de los más hermoso que se ve en el mundo civilizado”. (7)

Fue tan significativo el trabajo de la empresa Delamare, que al gobernador González de Cosío se le notifica y solicita la asistencia de su gabinete y familiares de la élite gubernamental a tales exhibiciones. (8) El cine estaba entrando en el gusto de la burguesía, que así, bendecía su actividad en el estado. La presentación del cinematógrafo de los señores Delamare y Halphan coincidió con las festividades de fin de siglo que habían comenzado en octubre. El mismo gobierno contrata a la empresa para dar funciones con motivo de las fiestas, y el Señor Delamare se embolsa la fabulosa cantidad de 214 pesos diarios por sus espectáculos en el teatro Iturbide (9) (en tiempos en que, según la nómina oficial, el sueldo del gobernador era de 250 pesos al mes).

La empresa permanece hasta finales de octubre de ese año; el diario oficial La Sombra de Arteaga da cuenta de los mejores momentos que tuvo este cinematógrafo en la ciudad: “…en verdad, el espectáculo es de lo mejor que en su género ha venido a esta capital, tanto por la belleza de sus vistas, como por la habilidad con que manejan los aparatos los señores Delamare y Halphan. El público ha llenado el hermoso teatro Iturbide, gustando de tan ilustrado y bello espectáculo, maravilla de las muchas de nuestro siglo”. (10)

El éxito tan notorio de la empresa Delamare, motivó a la burguesía local a adquirir un cinematógrafo propio. Inmediatamente al irse Delamare, el señor Antonio Loyola, gran comerciante abarrotero de Querétaro y dueño de la planta generadora de luz eléctrica de la ciudad, adquirió un aparato exhibidor y lo instaló en un salón provisional de la calle de Vergara. Pero los múltiples espectáculos que se ofrecieron en diciembre con motivo de las fiestas de navidad hicieron que “no haya habido la concurrencia que era de esperarse, no obstante lo hermoso y bien presentado de sus vistas y a la baratura de los billetes de entrada”. (11) El cinematógrafo del señor Loyola, el primer aparato local que tuvo Querétaro, trabajó esporádicamente (cada que podía contar con nuevas vistas) de diciembre de 1900 a noviembre de 1902, fecha en la cual no se vuelve a saber de él.

Teatro Iturbide, circa 1900

Nuevas empresas itinerantes llegaron. El 24 de junio de 1903 Carlos Mongrand abrió una exitosa temporada en el teatro Iturbide. Ahí realizó una copiosa exhibición de vistas como Alí Babá y los cuarenta ladrones, Contrabandistas en París, Un viaje a la luna, El primer puro, Los seis hermanos Dineff, Travesuras de dos ladrones y Gran corrida de toros por Reverte en San Sebastián; además estrenó Los salteadores del alto camino, La flora fantasma, Los Walton y Los siete pecados capitales. Mongrand permaneció en la ciudad hasta el 20 de julio, dejando “muy complacido al público por la belleza y corrección de todas sus exhibiciones”. (12)

Para febrero del año siguiente, 1904, el bióscopo Edison de la empresa Ramírez Hermanos, se anunciaba como superior al cinematógrafo Lumière, por “su claridad, fijeza y gran duración de las vistas”, (13) y en abril la empresa Siglo XX de los señores Bouvi y García presentaba, en una carpa ambulante, su biógrafo estereopticón, el cual “en los días festivos, tan culto espectáculo, tiene un lleno completo, sin que le falte público en los demás días de la semana.” (14) Simultáneamente, en este mismo mes, la empresa J. Botti Gattay presentó en el teatro Iturbide El mártir del Calvario, primer mamut bíblico exhibido en Querétaro. Los cuadros de que constaba eran: La entrada de Jesuralém, “cuya decoración reproduce fielmente la puerta dorada de aquellos lejanos tiempos”, La resurrección de la hija de Jairo, “copia del famoso cuadro de Domenico Marelli, que existe en el museo del Vaticano”, Las bodas de Canaan y La resurrección. La exhibición fue fastuosa: con una orquesta tocando música “enteramente adecuada”, y luciendo el escenario “magníficas decoraciones del pintor Menarini, como los personajes que representan los cuadros”, además de “trajes enteramente a rigor de la época de referencia”. Pero fue demasiado: tanto oropel, y ver además a sus sagradas figuras representadas, provocaron malestar en los espectadores, por lo que “[el público] no correspondió a los anhelos de esta empresa, toda vez que los sentimientos (…) no cuadran este género de espectáculos tan en consonancia con sus creencias y se marchó violentamente” (15)

Si nada se tenía asegurado con espectáculos de relumbrón, con la toma de vistas locales habías más posibilidades de teatro lleno. En Querétaro, la competencia y la rápida caducidad de las cintas, llevan a los exhibidores a echar mano del documental regional para un público veleidoso que, o bien se marchaba “violentamente”, o quedaba “muy complacido”. Así la empresa Becerril Hermanos (herederos de Guillermo Becerril, quien para 1903 fallece en Mérida) presentaba el 15 de mayo de 1904 su Cinematógrafo Lumière. Y son ellos los que filman tres vistas de la ciudad de Querétaro, las primeras que se realizaban en la localidad: La calle 5 de mayo, “en los momentos de su mayor animación, en el que se veía el paso de los trenes urbanos y la música [sic] del Circo Progresista”, La salida de los fieles del templo de San Agustín, y El pintoresco pueblo de la Cañada, en la cual “desfilaban personas muy conocidas”. Fue tal la sorpresa que provocó el ver representados a los paisanos y a la ciudad que el teatro Iturbide se veía en constante lleno, “siendo la exhibición de estas vistas de un entusiasmo extraordinario y a la vez altamente novedoso”. Junto con las vistas de Querétaro los hermanos Becerril exhibieron igualmente “vistas de acontecimientos y costumbres del país (…) de gran efecto y mucho atractivo” tomadas por ellos mismos. (16)

De 1904, ese año tan festivo para el cine en Querétaro, a 1908 en que se instaló el salón Pathé, el segundo cinematógrafo permanente en la ciudad, varias empresas cruzaron por ahí.

Enrique Rosas, pionero cinematografista quien visitó Querétaro en 1904

Para redondear 1904, a mediados de octubre llegaron con su biógrafo estereopticón Enrique Rosas y los hermanos Pastor que alternaron vistas fijas con las “de movimiento de sorprendente efecto”. (17) En agosto y octubre del siguiente año se presentaron Víctor Weiskopf “dando deliciosas exhibiciones con aparatos de los más perfectos”, (18) y Jorge Veyssier y Compañía quien exhibió La venganza italiana, Remordimiento, Ladrones de nidos, Curiosidades de una portera, El baile de máscaras, La guerra ruso-japonesa, El Vesubio de Nápoles y Corrida de toros, “siendo el espectáculo muy moral y en extremo divertido”. (19) Para febrero de 1906 regresó Víctor Weiskopf, y en abril y mayo igualmente Jorge Veyssier; en julio llegó al teatro Iturbide, Salvador Toscano, quedando el público “verdaderamente complacido del repertorio de esa empresa y de la pericia con que fue presentado”; (20) para septiembre dos empresas se presentaron: el día primero Newman y Kemenydy, con un “extenso repertorio de hermosas vistas de gran duración”, además de “vistas tomadas por los fotógrafos de la empresa”; (21) y el 15 de ese mismo mes la compañía Rivera Corral. En marzo de 1907 nuevamente Kemenydy, agregándole a su espectáculo números de animales amaestrados y otro denominado Templo de la música, (23) el 23 de junio la empresa Morrison y Villagrán abrió una carpa en la calle del 5 de mayo con el nombre de salón Rojo, “exhibiendo un magnífico aparato de cinematografía, por tandas y función corrida”, (24) mientras que simultáneamente en el teatro Iturbide dos empresarios itinerantes, Aguirre y Villavicencio, entablaron un reñido concurso de exhibición, poniendo sobre la mesa todas sus entradas. El entusiasta público se inclinó por el señor Villavicencio “que proyectó en la cortina sus vistas con mayor claridad y fijeza”, embolsándose quinientos pesos. (25) La competencia era tan atroz que otros empresarios, los señores Haguerty y Orozco, al instalar su cinematógrafo en la ciudad lo llaman a éste Spectaiovium para atraerse más clientela a su carpa ambulante.

Salvador Toscano también fue otro pionero en visitar Querétaro

Fueron meses de continuas exhibiciones, tanto que el historiador de teatro y cronista del cine de estos años, José A. Bustamante, en tono enfadado escribe: “…el teatro [Iturbide] sólo fue visitado por cinematógrafos y compañías de variedades, nada de arte, nada de notas salientes.” (26)

En agosto se inauguró con gran lujo el salón Pathé en la avenida Juárez “estando el local dotado de magnífica sillería, excelente servicio de luz y confortables ventiladores eléctricos para hacer agradable la estancia en ese lugar”. (27) Traspasado por la empresa trashumante Rivera y Corral al comerciante local Alfonso Jaso, el salón tuvo una constante actividad durante cinco años hasta que consumido por el fuego. Ahí se presentó una incesante exhibición de vistas acompañadas de actos de magia, baile, música, transformistas, “niños telepáticos” y zarzuela.

El éxito que tuvo este cinematógrafo en la ciudad, llevó a su dueño a expandirse como empresario de cine: alquiló constantemente el teatro Iturbide para dar cabida a exhibiciones e inauguró en diciembre de 1910, con 23 películas del Centenario de México, el “cine Público” que se proyectaba en pleno jardín Zenea en el centro de la ciudad, “colocando la pantalla sobre la azotea de la esquina del Banco de Querétaro y proyectando desde el hotel Jardín (…) la gente miraba al cine como a los castillos, desde las aceras y calle de la avenida Juárez”.  (28)

El salón Pathé pasa en diciembre de 1912 a manos del señor Francisco Arana; pero el 23 de marzo del siguiente año, mientras se exhibía La decena trágica en México, el salón se incendió: “Fue una hecatombe, con gran cantidad de lesionados y la destrucción total del salón de madera, el manipulador encerrado en la caseta, apenas lo pudieron sacar y quedó baldado, quemado, casi inválido, para toda la vida (…) y monstruoso”. (29)

El cartel anuncia La decena trágica en México en una función del Teatro Zaragoza en la ciudad de México. Esta cinta se exhibió en el salón Pathé de la ciudad de Querétaro

Si para 1908 el salón Pathé vino a ser el segundo cinematógrafo local en al ciudad, pronto llegaron otros. En diciembre de 1910, aprovechando las fiestas navideñas, se inauguraba el salón Allende en el portal del mismo nombre, y en octubre de 1911 en la calle del 5 de mayo el salón Palacio-Edén. Inmediatamente después de la tragedia del Pathé, en abril de 1913, se abrió el salón Rojo con “una caseta incombustible (…) [y] el número suficientes de salidas, para la completa seguridad de los concurrentes”. (30)

La exhibición ambulante había dejado de existir. Los nuevos salones plenamente instalados y con gran publicidad, ahora ofrecían producciones de distintos países. El teatro Iturbide exhibía realizaciones italianas proporcionadas por la casa Novascués y Camus como Los últimos días de Pompeya y Espartaco, que en enero de 1914 causaron sensación; el salón Rojo y el salón Ideal (estrenado en 1915) se especializaban en series norteamericanas y el Palacio-Edén supuestamente importaba películas de la casa Pathé Fréres, de París. (31) Las producciones mexicanas eran presentadas dentro de los programas generales. No hubo una continuidad de exhibición de éstas pero se asistió a una transición: de las incipientes vistas breves y tintineantes, en donde la dimensión de apropiamiento (32) provocó el éxito de las primeras vistas tomadas en Querétaro, hasta el documental de la revolución. En el teatro Iturbide se vieron La Revolución Orozquista (hermanos Alva, julio de 1912), La decena trágica en México (marzo de 1913), Sangre hermana (mayo de 1914) y Los acontecimientos de Veracruz (julio de 1914). (33)

Emma Padilla en La luz, tríptico sobre la vida moderna, exhibida en Querétaro en 1917

Durante estos años el teatro Iturbide fue para la sociedad queretana el gran recinto que dio vuelo a sus sueños. Ahí se habían presentado las primeras cintas, también se habían visto los queretanos representados en imágenes en movimiento en 1904; a este edificio llegaron Enrique Rosas y Salvador Toscano en los años de la gran competencia y el avance del cinematógrafo itinerante, ahí se montó en enero de 1912 el cronófono, “unión perfecta del cinematógrafo con el fonógrafo”, y ahí mismo fracasó el intento del cine parlante, (34) se vio La luz, tríptico sobre la vida moderna (en agosto de 1917) uno de los primeros largometrajes de argumento mexicano, y para marzo de 1917 Reconstrucción Nacional, un caso aislado de producción queretana.

Todo indica que Reconstrucción Nacional fue filmada por la Compañía Cinematográfica Queretana, S. A. El 7 de mayo de 1916 Revista de revistas publicaba una convocatoria para filmar “algún episodio de la revolución iniciada por don Francisco I. Madero y llevada a feliz término por el C. Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, señor Venustiano Carranza”. A pesar de que se pedía un argumento “presentado bajo el aspecto novelesco, por ser así de mayor efecto y mayor interés”, lo que se vio en el teatro Iturbide el 12 de marzo tuvo más bien el aspecto de un documental que contenía escenas de la época revolucionaria y las obligadísimas tomas del omnipresente Primer Jefe en la inauguración del Congreso Constituyente. El documental no respondía más que a la propaganda carrancista. En la convocatoria la misma primera jefatura otorgaba un primer premio en metálico por la cantidad de cinco mil pesos y era ella la que conformaba el jurado calificador con “el director de uno de los diarios de mayor representación, por un representante del Ministerio de Guerra y Marina, y otro del de Instrucción Pública y Bellas Artes”, además de los directores artísticos de la Compañía. Así, no había pierde.

Santa (1918) de Luis G. Peredo fue proyectada en el teatro Iturbide. Elena Sánchez Valenzuela y Alfonso Busson en los papeles de Santa e Hipólito.

Para mediados de 1918 el Iturbide tendrá un nuevo auge: llegó como empresario el señor Francisco Bandera a regentear el teatro bajo el lema, “Dime a qué cine concurres y te diré quién eres…”. Apoyado por el distribuidor Germán Camus llevó a Querétaro la Santa de Luis G. Peredo, en octubre de 1918; en noviembre de 1919 La banda del automóvil (Ernesto Vollrath); Hasta después de la muerte (Vollrath) en la Navidad de 1920, y Alas abiertas (Luis Lezama) y Carmen (Vollrath) en la de 1921. (35) En diciembre de 1919 él mismo exhibe en el salón Juárez Dos corazones (Francisco de Lavillete), “hermoso cine-drama nacional interpretado por Mimí Derba y Consuelo Mayendía”, junto con El herrero de Pina Menichelli,  (36) mientras que la cinematografía norteamericana arrasaba en las innumerables exhibiciones del Iturbide, Francisco Bandera  recibía las películas de la distribuidora International Pictures Co., realizando constantes estrenos. Las imágenes de Pearl White, Charles Chaplin, Theda Bara, las hermanas Dorothy y Lillian Gish y Mary Pickford fueron llevadas por ese incansable empresario, hasta el día en que quebró su empresa, a mediados de 1922.

Pero la intolerancia para la libre exhibición estuvo presente, formando un capítulo negro. El 15 de noviembre de 1919 el diario oficial La Sombra de Arteaga daba a conocer el Reglamento de Censura Cinematográfica expedido por Venustiano Carranza, el cual tenía la tarea de examinar y revisar “todas las cintas o vistas que se pretenda exportar de México, y si a juicio suyo no tuvieran algo denigrante para el país, ya sea en escenas que reproduzcan, ya en las leyendas o por cualquier otra causa, las aprobará, desechándolas en caso contrario”. En su artículo noveno se afirmaba: “El Congreso sólo aprobará aquellas cintas o vistas que no ofendan a la moral pública en su contenido y en sus leyendas, debiendo negar su aprobación a todas las demás. Podrá el consejo declarar que se necesita hacer en las cinta o vistas las modificaciones o supresiones que fueren convenientes.”

“Quedan comprendidas en la prohibición de este artículo las cintas o vistas que presenten en detalle el modo de operar de los criminales, o cuya impresión general sea la de la supremacía del criminal, ya sea por su inteligencia, por su fuerza o por cualquier otro motivo que pueda inspirar simpatía sobre las personas o hábitos inmorales de los protagonistas.”

A lo largo del reglamento quedó claro que Carranza quería tener un control sobre su imagen y su posición política, y el cine era, en estos años, el medio predilecto para obtenerlo. Pero el reglamento siguió funcionando soterradamente mucho después de la muerte del Primer Jefe. El 13 de octubre de 1921, en Querétaro, el gobernador José María Truchuelo recibía una carta de la Secretaría de Gobernación de México en la que se le pedía “librar las respetables órdenes, a fin de que en esa entidad federativa a su digno cargo, se prohíba la exhibición de la película que trae la estampa de la toma del puerto de Veracruz, por los marinos norteamericanos, en el mes de abril de 1914 (…) por considerar inmoral y ofensivo al ejército mexicano, y además, por ser contradictorio a la verdad”. El gobernador Truchuelo contestó inmediatamente al subsecretario de Gobernación: “…tengo la honra de manifestar a usted que se cumplirá con dicha recomendación, y al efecto, ya se dan las órdenes del caso a las autoridades respectivas.” (37)

Y así fue. Los inspectores generales de policía de cada municipio se dedicaron a la tarea de censurar por todo el estado. Aunque la ceguera de estos incipientes censores les impidió saber que Los acontecimientos de Veracruz se había exhibido, durante un largo mes, siete años antes en el festivo teatro Iturbide, anticipando una afrenta, que por lo tardado, ya no les dolería. (38)

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NOTAS:

  1. La Sombra de Arteaga. Querétaro, marzo 15 de 1897, número 8, p. 131.
  2. Ibidem. Abril 18 de 1896, p. 131.
  3. El Estudiante. Querétaro, octubre 23 de 1896, p. 110.
  4. Archivo histórico de Querétaro. Caja 1, año 1896, expediente 156.
  5. Bustamane, José A. Anales del teatro queretano. Detalles históricos de los tiempos más remotos hasta nuestros días. Libro mecanografiado, p. 60 y sig. Biblioteca del Congreso de Querétaro.
  6. Gómez Labardini, Ma. Isabel. La vida en Querétaro en la República Restaurada y el porfiriato, en Breve historia de Querétaro. Secretaría de Cultura y Bienestar Social, 1986, pp. 113-114.
  7. La Sombra de Arteaga. Querétaro, septiembre 30 de 1900, p. 207.
  8. Archivo histórico de Querétaro. Caja 5, año 1900, legajo Diversiones públicas durante el año de 1900, hojas 147-161.
  9. Archivo histórico de Querétaro. Caja 5, año 1900, legajo 1: Gastos habidos con motivo de las fiestas de navidad y fin de siglo en 1900.
  10. La Sombra de Arteaga. Querétaro, octubre 6 de 1900, p. 221.
  11. El Heraldo de Navidad. Querétaro, enero 1 de 1891, p. 55.
  12. El Eco Queretano. Querétaro, julio 12 y 26 de 1903, p. 4
  13. Bustamante, José A. Op. cit., p. 118.
  14. La Sombra de Arteaga, Querétaro, abril 27 de 1904, p. 136.
  15. Bustamante, José A. Op. cit., p. 118.
  16. La Sombra de Arteaga. Querétaro, mayo 26 de 1904, p. 180 y Bustamante, José A. Op. cit., p. 119.
  17. Ibidem, p. 123.
  18. La Sombra de Arteaga. Querétaro, agosto 16 de 1905, p. 286.
  19. Bustamante, José A. Op. cit., p. 129.
  20. La Sombra de Arteaga. Querétaro, julio 22 de 1906, p. 244.
  21. Ibidem, septiembre 2 de 1906, p. 300.
  22. Ibidem, septiembre 23 de 1906, p. 334.
  23. Ibidem, marzo 17 de 1907, p. 107.
  24. El Mensajero del Comercio. Querétaro, junio 30 de 1907, p. 4.
  25. Bustamante, José A. Op. cit., p. 136.
  26. Ibidem, p. 135.
  27. Ibidem, pp. 143-144.
  28. Díaz Ramírez, Fernando. Historia del Estado de Querétaro. Tomo IV (1867-1900). Ediciones del Gobierno del Estado de Querétaro. 1979, pp. 201-204.
  29. Ibidem.
  30. La Sombra de Arteaga. Querétaro, abril 17 de 1913, pp. 126-127.
  31. Bustamante, José A. Op. cit., pp. 182-184.
  32. Burch, Noël. El tragaluz del infinito. Ed. Cátedra, p. 73.
  33. El Noticiero. Querétaro, julio 17 de 1914, p. 1.
  34. Bustamante, José A. Op. cit., p. 179.
  35. Información obtenida de la colección de anuncios del Sr. Francisco Bandera, hijo y de una entrevista con él mismo.
  36. El Heraldo de Navidad. Querétaro, diciembre 25 de 1919, cuarta de forros.
  37. Archivo histórico de Querétaro. Caja 5, año 1921, sin legajo, exp. 140.
  38. La censura de Los Acontecimientos de Veracruz no tuvo secuela. La película no volvió a estar en ningún circuito de Querétaro después de su exhibición en 1914. Sin embargo la prohibición es reprobable aún como acto tardío. Falta por investigar qué repercusiones tuvo este mismo mensaje en otras entidades del país.